Todavía lo recuerdo como si fuera ayer. Aún no conocía a Roberto Amorosi.
Después de pensarlo mucho, decidí entrar por primera vez en el gimnasio que tenía cerca de casa. Se llamaba Olimpia Gym.
En esa época me encantaba ver los físicos imponentes de los protagonistas de las pelis de acción, Sylvester, Arnold, etc… y en mi cabeza rondaba la ilusión de algún día poder estar como ellos.
Acababa de dejar el fútbol, deporte que había practicado toda la vida, tenía 17 años y el cuerpo me estaba pidiendo empezar a moverme.
Sin embargo, jamás me hubiera imaginado tan perdido en el momento en el que puse un pie en el gimnasio.
Me acuerdo de que me encontré con una sala llena de personas. Algunos habían ido en pareja, otros, por separado… pero todos y cada uno de ellos parecía saber lo qué tenía que hacer.
Ejecutaban movimientos en estructuras de metal que jamás había visto, saltaban entre bancos y se animaban o colaboraban.
La verdad es que yo no tenía ni idea de cómo empezar a entrenar fuerza. Por momentos me sentía fuera de lugar. Era un extranjero en esa tierra de humanos bañados en sudor y ataviados con camisetas de tirantes.
Así que me senté en una máquina y empecé a repetir movimientos. Eran torpes, irregulares, a veces rápidos, a veces lentos. Todo lo contrario a seguir un patrón.
Y creo, que mucho de ellos venía provocado porque sentía los ojos clavados en mi nuca de todos los que andaban a mi alrededor. Pensaba, en definitiva, que todos me miraban.
Si ahora volviera atrás lo haría diferente. Por aquel entonces tenía demasiado orgullo, y timidez, para preguntar. Y así me fue.
Perdí muchísimo tiempo entrenando de mala manera porque desconocía cómo hacerlo y no tenía ni idea de cómo planificar mis entrenamientos.
Cuando decidí por primera vez preguntar al monitor del gimnasio me facilitó una plantilla con los dibujos de los ejercicios que tenía que realizar que, por cierto, eran igual para todo el mundo.
No puedo hacerme una idea de por cuántas manos habrían pasado esas láminas de color roido, tendente al ázul.
Lo único que saqué en claro de ese objeto anacrónico es que cuando le pregunté lo bautizó como rutina weider, cinco días a la semana. Con ese nombre y esas divisiones, no estaba en disposición de dudar de lo que me recomendaba. Pensé que lo tenía, let’s do it!
Con el tiempo, lo de ese monitor, pues eso…. ¡Con un par! Preparaba a conciencia la cuadrícula de la semana en la cabeza. Vayamos entonces al plan semanal:
El lunes cuatrocientas series de pectorales, el martes a machacar la espalda, el miércoles le tocaba el turno a las piernas y así sucesivamente. También se repetía lo de las agujetas, las de los comienzos en los gimnasios, no nos vamos a engañar.
Saltaba de máquina en máquina sin ningún criterio ni enseñanza previa, ni patrones de movimientos ni nada de nada.
Allí la mayor corrección que te podían hacer era la que llegaba del mazado que frecuentaba la zona de mancuernas: “sube de peso”… ¿Y el rango de movimiento?… ¿Qué es eso bro?
Pocos meses después trataba de imitar lo que hacían los más fuertes del gym. No se que era peor, si la plantilla weider color añejo o esto.
El siguiente paso fué empezar a crear mis propias rutinas cogiendo ideas que veía en internet con la mala suerte de caer en blogs y canales de influencers con un cuerpazo como el de las pelis pero que no tenían ni la menor idea de entrenamiento ni de nutrición.
Estamos hablando de, casi la primera época de YotuTube, pero si algún chaval intentara hacer ahora lo mismo, entre tiktokers, Twich y su madre, acabaría más perdido que yo.
Demasiada información sin filtro ninguno.
Estos supuestos referentes, además de no tener mucha idea de los pilares básicos del entrenamiento, tampoco eran lúcidos en el aspecto de biomecánica ni nada de nada.
Bueno, de algo si entendían pero yo no lo sabía, de jeringuillas, de eso si sabían los muy cabri… pero bueno eso es otro tema.
Yo seguía ahí luchando, en la brecha como se suele decir, tenía escasa coordinación y carecía de habilidades técnicas para hacer los ejercicios correctamente incluso perdiendo horas y horas viendo video tutoriales en youtube.
Mientras tanto, yo no paraba de frustrarme. De empezar empujado por la motivación e ilusión, a estar cada día un poco más desmotivado.
Por mucho que me esforzaba, no veía ningún cambio en mi cuerpo. No tenía ningún resultado resaltable y seguía pasando el tiempo viendo como algunos de los chicos que entrenaban en mi gimnasio mutaban literalmente en muy poco tiempo.
Por si fuera poco en aquella época comencé a estudiar dietética, además de leer a diario decenas de libros, papers, blogs etc… Un cacao importante entre unos y otros, pero los resultados no variaban demasiado.
Al menos tenía claro mi objetivo: quería perder grasa a toda costa y conseguir tener un buen físico de una vez por todas.
Intentaba incluso hacer puestas a punto imitando todo aquello que leía en foros de culturismo sin saber todas las trampas que había detrás, la maldita química.
Hacía mis propios experimentos conmigo mismo pero sin lograr resultados notables a lo largo de algunos años, por lo que mi frustración aumentaba más.
Había conseguido tener abdominales, eso sí, pero pesando sesenta kilos, comiendo como un pajarito y perdiendo todas las adaptaciones de fuerza de los meses anteriores.
Sabía que ese no era el camino.
Hasta que un día dí con un video del gran Roberto Amorosi haciendo un dragon flag espectacular y un entrenamiento de pectoral, recuerdo el final de aquel video con un mensaje en la pantalla “NO PAIN ALL GAIN».
Me impactó, pero sobre todo me inspiró. Rompía todos los esquemas de entrenamiento de todos los posibles ejemplos que habían acompañado mi viaje en la musculación hasta ese día.
Fue una especie de revelación. Algo había cambiado.
A partir de ese momento no paré de ver sus videos en bucle y de leer todo lo que publicaba, me hacía apuntes de todo, era Escuela de Culturismo Natural y Roberto Amorosi a todas horas.
No creo, sinceramente, que ningún adicto a Netflix haya pasado tantas horas viendo series como yo en la página web de Roberto.
Acto seguido comencé a entrenar siguiendo los principios que promovía Amorosi en la escuela y buala… todo cambió. Comprendí.
Esa fue la clave de todo, la comprensión y la certeza de qué estaba haciendo mal y sobre todo aprendí unos pilares básicos fundamentales y una didáctica para conseguir resultados.
Ahora sí podría decir que comencé a entrenar de verdad. Tantos años paseando por el gimnasio para poco o nada. Bueno sí, para frustrarme, para enfadarme, para hacerme daño, para no entender.
En ese momento pasé a la acción. Traté de empaparme de todo su conocimiento, hice todas sus formaciones, también muchas otras de algunos grandes profesionales que iba conociendo, pero en gran parte gracias a Roberto Amorosi todo cambió.
A día de hoy he aprendido a entrenar de una manera correcta, mejorando mi técnica en todos los ejercicios básicos y progresando en ellos.
Esa ha sido la clave, comprender bien los principios fundamentales del entrenamiento.
Entendí por fin que estos ejercicios básicos son los que más transferencia tienen y en definitiva estoy en la senda adecuada. Y no, tampoco eran tantos.
He aprendido a amar los básicos, los que todos los que estamos en esta senda entendemos, profundizamos y aprendemos algo nuevo cada día.
Ahí comenzó la era del BIOO, comprendí a través de la Escuela de Culturismo Natural la importancia que tiene la periodización de los entrenamientos; periodos preparatorios, especialización técnica y sobre todo esos periodos de fuerza, potenciación neural… todo esto hasta entonces desconocido para mi.
Desde entonces hasta hoy, incluso repitiendo las rutinas más básicas de la escuela, el resultado es que he logrado cambios notables en mi físico y mi puesta a punto se van acercando un poquito más al nivel deseado.
La competición está lejos a día de hoy y lo asumo, no pasa nada. No tengo la mejor genética. Quizá llegue o quizá no, pero estoy en ese punto en el que la ilusión del y si llega, me empuja a entrenar bien, a mantener esas ganas e ilusión y, a respetarme respetando los principios de la Escuela.
Eso si, entreno todo lo duro que puedo y cuido en definitiva todos los aspectos a mi alcance.
Semana tras semana, me verás en la habitación favorita de mi casa haciendo sentadillas, preses, levantando peso muerto, haciendo dominadas, abdominales, trabajando como un loco mi movilidad, etc.
Como diría uno de los grandes del deporte, “el esfuerzo no se negocia”. Cambien el esfuerzo por actitud, por insistencia, por valentía, por motivación.
Pero ahora sí, ando en la senda correcta, que es tan larga como toda una vida de buenos hábitos.
Por último, dejo una reflexión; de pequeños nos suelen enseñar que tienes que conseguirlo todo tú solo.
Por desgracia soy de los de la generación que nació con unas expectativas demasiado elevadas bajo el brazo y con el concepto de la individualidad como un mantra de una religión que se ha llevado por delante a muchos.
Pero nada más lejos de la realidad.
Ser humilde y un buen profesional es aprender a pedir ayuda. Se te puede calificar de maestro si tienes todos los contactos y las herramientas para saber a qué puerta tocar. En definitiva, cambiar el todo por el todos.
Existe una frase que dice que «si vas solo llegarás rápido, pero si lo haces acompañado, llegarás lejos».
Creo que si hoy día he conseguido todo esto es en gran medida porque Roberto Amorosi me acompañó a mí. Y ahora yo, lo acompaño a él en la Escuela.
Gracias jefe.
[…] Porque sí, el orden de los ejercicios sí que influye en las ganancias de fuerza. […]