Sentir nervios antes de afrontar un desafío importante es una respuesta natural del organismo. Sin embargo, la gestión que hacemos y la estrategia para manejar los nervios, es la clave para transformarlos en gasolina competitiva o si, por el contrario, arruinan una preparación de meses.
A.Galisteo Madrid
Noviembre de 2020.
Hacía pocos meses que habíamos dejado atrás los meses más duros del confinamiento.
El encierro, lejos de ser un lastre para el estado de forma de un corredor de fondo, había servido para mantener un punto de forma aceptable gracias a una cinta de nivel medio y a una exigente rutina de fuerza y flexibilidad para los que no tenía tiempo previos a la pandemia
Cuando las medidas más duras se relajaron y se pudo volver a practicar deporte en la calle, el estado de forma resultó ser bastante bueno. La transferencia de los entrenos en casa a la pista fue un éxito.
Las buenas rutinas adquiridas durante el confinamiento junto a la motivación lo llevaron al mejor estado de forma de su vida. Y tocaba plasmarlo en la primera carrera popular que se organizó en España, en Alcobendas, en noviembre, un 10K con un perfil inmejorable.
Diez días antes de la carrera, el día D señalado como indicador del ritmo, el atleta reventó el reloj. Iba para un sub 30:30. Pasó cada uno de los 6 miles que tenía ese día en el entreno corriendo en 2:58.
Esa noche, el atleta no durmió. Empezó a estudiar cada punto del recorrido. Cada tiempo que debía clavar por kilómetro.
La ilusión por competir después de un año había desaparecido. El resultado era lo más importante. La marca una obsesión.
El foco se había perdido y la energía consumida durante una semana solo pensando en la carrera hizo que se pusiera en línea de salida con las piernas entumecidas y dolor en el estómago.
El resultado estuvo muy bien, era una marca personal. Pero no había logrado el objetivo, su objetivo, ese que solo él se había marcado.
¿Qué había pasado?
La presión competitiva había arruinado su competición.
Y es normal que los nervios aparezcan antes de un gran reto. La competición implica que el deportista vea observado, juzgado y valorado todo el trabajo realizado a lo largo del año en unos pocos minutos, según criterios preestablecidos y a menudo de forma subjetiva.
Además, es un ámbito en el que se suele sobrevalorar el resultado en detrimento de una buena actuación relativa a su progreso individual.
Esto es, en el caso del ejemplo explicado al inicio, la obsesión por esos 30.30 en 10K respecto a valorar conseguir su mejor marca en la distancia.
¿Por qué nuestro cerebro funciona de esta manera?
Una de las claves está en el llamado locus de control. Se trata de un término usado en psicología que se refiere a la percepción que tiene una persona sobre las causas de lo que pasa en su vida. Es la manera en que percibe una persona si el origen de su propio comportamiento es interno o externo a ella.
Esto precisamente es una de las diferencias que separan a un atleta de élite de uno aficionado. Se trata de la forma en la que ambos valoran sus capacidades, posibilidades y actuaciones.
El atleta profesional posee una mejor comprensión de sus capacidades y, por lo tanto, valoran sus actuaciones de forma más ajustada a la realidad.
Por el contrario, el popular puede caer en dos errores, sobreestimar sus capacidades o autolimitarse.
Ambas circunstancias confluyen en un mismo resultado: la decepción por no conseguir un resultado que el atleta considera ajustado a su grado de esfuerzo.
En este sentido, la autoconfianza es un factor clave en el rendimiento deportivo, pero también en la salud mental de las personas.
La autoconfianza hace referencia a la confianza en uno mismo respecto a determinados atributos, tales como capacidad para levantar un determinado peso o finalizar una larga carrera en un tiempo determinado.
Así como la toma de decisiones en momentos clave como pueda ser a la hora de levantar esa última repetición de una serie o continuar corriendo cuando se pasa por un tramo de una carrera en la que el grado de sufrimiento es máximo.
Es un punto, el de la autoconfianza, que el entrenador debe ajustar como si fuera otro parámetro del entrenamiento más. Y este va relacionado con el resto de factores que influyen en la preparación como el estilo de vida del atleta, su predisposición genética, su trabajo fuera del deporte, etcétera.
Tener claros todos estos parámetros dará al entrenador la información necesaria para ponderar las capacidades del atleta y, a partir de ahí, trabajar la confianza de su pupilo de un modo ajustado a la realidad.
Locus de control interno y externo
En este punto, es fundamental regresar al locus de control en el deporte, en el que diversas investigaciones han demostrado que hay dos tipos de deportistas: los que consideran que sus éxitos dependen exclusivamente de su capacidad de superación y entrenos, es decir, ponen el foco en el locus interno.
Por el contrario, otros se fijan en una dimensión externa, en la que creen que su rendimiento depende en mayor medida de causas externas a ellos. Estos presentan niveles de ansiedad y estrés mayores que los deportistas que poseen un locus de control interno.
En este punto, como entrenadores debemos potenciar las fortalezas y aprovechar las oportunidades que se nos plantean, orientaremos a nuestro cliente hacia un locus de control interno donde sus pensamientos le hagan saber que el éxito se puede alcanzar, que un fracaso pude enmendarse y que él es verdadero protagonista de sus resultados.
Para conseguirlo, es fundamental dejar de usar la suerte, buena o mala, como causante de lo que les sucede cuando realmente podrían haberlo hecho mejor.
Por ejemplo, a una excusa tan recurrente como “¡Es que no tengo tiempo!”, verdaderamente se le puede atribuir un locus de control interno haciéndole ver que el tiempo no es causante de sus éxitos o fracasos, sino que depende de nosotros mismos querer sacar ese tiempo.
Efecto Pigmalión, las palabras del entrenador
El efecto de las palabras adecuadas en la mente de un atleta son la diferencia entre que este fluya o por el contrario se anule. Y sobre todo las que provienen de su entrenador, su confidente y a la vez la persona en la que más confía.
Es el llamado efecto de la acentuación social por las que una persona sobrevalora las capacidades de su referente, ya sea su entrenador, un político o un artista del que sea ferviente seguidor.
Por eso, como entrenadores es fundamental de cara a los pupilos, primero, hacerle creer, y después, saber, que es capaz de alcanzar los objetivos realistas que se proponga va a resultar un apoyo clave en que termine ocurriendo.
Combatir la ansiedad
¿Han visto a Rafa Nadal colocar las botellas de una forma preestablecida antes de salir a competir?
Esto no es más que una estrategia para librarse de una ansiedad que también ataca al campeón de 14 Roland Garros. Cada atleta tiene sus rituales antes de una competición.
Acciones como escuchar una canción, ir al cine el día antes de la prueba, ordenar la ropa de un mismo modo cada una de estas acciones son parte de las llamadas estrategias de afrontamiento y se dividen en tres grandes grupos.
1. Estrategias orientadas a la tarea, encaminadas a afrontarla y a maximizar los recursos disponibles.
Consisten en analizar la competición, imaginar sus diferentes escenarios. Por ejemplo, para un atleta sería estudiar a sus rivales y en base a ellos, adoptar una determinada estrategia en competición, como atacar al final de recta si los adversarios son más lentos o lanzar un ataque largo para desfondarlos antes de llegar a meta.
2. Estrategias orientadas a la emoción, encaminadas a la gestión de las emociones desagradables que se producen en situaciones de estrés.
Como los escenarios negativos van a aparecer, en estas estrategias la labor del entrenador es fundamental. El atleta debe ser capaz de expresarlas para liberarse de la carga de la negatividad y el entrenador el encargado de recordarle que en los entrenos ha demostrado estar más que preparado para solventar estas situaciones imaginarias.
3. Estrategias orientadas a la distracción, encaminadas a evitar el problema de forma activa o pasiva (desviar la atención, abstraerse, no entrenar, autosabotaje…).
Es el ejemplo de las botellas de Nadal, una estrategia para sentir que tiene todo bajo control. También se utiliza mucho el recurso de la música para abstraerse del estrés de la competición.
Para finalizar, hay que recordar que se pueden utilizar estrategias de afrontamiento de la ansiedad competitiva para aceptarla como un elemento activador, pero no destructor.
Por ejemplo, la propia exposición a la competición, el desarrollo del locus de control interno, la práctica de mindfulness, el autodiálogo positivo o el efecto Pigmalión procedente del entrenador son algunas de ellas que pretender potenciar un alto nivel de autoeficacia percibida por parte del deportista.
Si quieres aprender a gestionar mejor todos estos detalles que detallamos en este artículo, puedes reservar una llamada gratuita con Alex, un miembro del equipo con una dilatada experiencia en el alto rendimiento y conseguir, como él, acabar con esa ansiedad que te produce pensar en la competición.
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